viernes, 9 de octubre de 2015

Complete me.

Hoy tengo uno de esos días en los que me apetece abrazar mis piernas, cerrar fuerte los ojos y volver a despertarme de forma diferente. ¿No os ha pasado nunca? 
Se supone que en el momento de mi vida en el que estoy no podría ser más feliz. Me lo pintan todo taaan bonito... joven, universitaria, fiestera, buena estudiante, con novio... Y aún así, siento que me falta algo. 
Tal vez es simplemente que he perdido tantas cosas en mi vida que el vacío que dejaron no es fácil de llenar. O tal vez es simplemente que soy una idiota egoísta que no se conforma con tenerlo todo, sino que quiere más todavía. O tal vez es simplemente que hoy no ha salido el sol y mis ojos no quieren volver a abrirse hasta mañana. No lo sé. 
Simplemente sé que en estos momentos las partes de mi cuerpo que estaban pegadas con celo, se están desprendiendo y están dejando mi pobre y frío corazón desolado. 
Sé que no es malo estar triste. Pero tengo miedo a estarlo. Tengo miedo de que un día empiece a llorar y realmente no sea capaz de volver a parar. Tengo miedo de no volver a sentirme completa. 
PD: Continúo echándote de menos. 

lunes, 25 de mayo de 2015

No parece que necesites saberlo.

Me gustan los pájaros. Me gusta la forma en la que vuelan libres sin ni si quiera saber que lo son. Me gusta la manera en a que parecen ligeros y felices sin saber qué significa eso de la felicidad. Me gusta cómo se mueven sus alas al son del viento sin atender a las complicadas tareas de las matemáticas. Me gusta la forma en la que dirigen un vuelo sin pasajeros ni mercancías. Me gusta su manera de vivir. De sentir. De simplemente desplazarse de un punto A a un punto B sin tener claro cuál será el próximo destino. Tampoco parece que necesiten saberlo.





Vuela. Vuela lejos. Vuela libre.

jueves, 14 de mayo de 2015

Para ti.

Hola niño bueno, prácticamente eres el único de mi vida al que le da por cotillear esto de vez en cuando, así que ahora sí que va para ti. Pero ya sabes que no tienes que decirme que lo has leído, que me da mucha vergüenza... Que ahora quién te escribe no soy yo, es mi mente, y sabes que mi mente está llena de cursiladas y moñadas varias, así que considérate advertido...
La verdad es que quiero que sepas que gracias a ti estoy pasando por uno de los momentos más dulces, adorables e increíbles de mi vida. Que entrases en mi pequeño mundo fue uno de los mejores regalos de navidad que me han hecho (quitando la casita de los pin y pon y mi amada, preciosa y anticuada gameboy, obviamente).
Eres una personita (o personota que sería más adecuado teniendo en cuenta que a tu lado parezco una hormiga) que poco a poco se está ganando un hueco en mi corasonsito ♥. Y quiero que siga siendo así, porque no soy capaz de predecir el futuro (aunque tu dame tiempo, ya verás, el poder de la mente de Sheldon llega muy lejos) ni de saber qué sera de ti y de mi dentro de un mes, un día o tan solo cinco segundos, pero sí se decirte que si ahora mismo tuviese que apostar sobré a quién querré abrazar en un mes, un día o tan solo cinco segundos, apostaría todo lo que tengo y todo lo que soy por ti. (te avisé de que iba a ser cursi) 
Porque, pequeño (gigante), no tengo ninguna intención de echarte de mi vida (obviamente, no puedo deshacerme de mi suministro constante de chocolate y oxitocina)

martes, 14 de abril de 2015

¿Quieres ser mi novio?

Ayer, 13 de abril, fue el "día internacional del beso". Cosa que, a mi parecer, no es más que otra invención, con hashtag asociado, para llenar las redes sociales con mensajes y fotos en las que proclames el amor por tu chico (o chica o animal o extraterrestre) al mundo.
¿Para qué quiere el mundo saberlo si la mayor parte de tu mundo está pegado a sus orejas?
Esto para mí es lo mismo que las maldecidas etiquetas que definen a las personas. Como si lo que me define fuese lo que soy. No nos engañemos, todos caemos al final en esas etiquetas, pero unos más por compromiso social que por otra cosa.
Porque parece que no es suficiente con ser feliz, divertirte y querer a una persona. No. También tienes que hablar con esa persona y definir lo que sois. ¿Y para qué? ¿Para tener a la sociedad contenta? ¿Para hacer frente a un montón de promesas ocultas bajo esas dichosas etiquetas? No estoy dispuesta a pasar por eso. No necesito una etiqueta que defina lo que siento por esa persona. Yo sé lo que siento, aunque no sepa muy bien como enfrentarme a ello. Y si quiero hacerle promesas a esa persona, me aseguraré de hacerlas cómo yo quiera y en el momento oportuno.
No voy a jurarte fidelidad a las dos semanas de conocerte, todavía no te conozco lo suficiente ni si quiera para decidir si quiero que sigas en mi vida. No voy a poner mi mano en el fuego y decirte que jamás voy a hacerte daño. Lo haré, pero si que te prometo que jamás será intencionadamente. No voy a prometerte amor eterno cuando ni si quiera soy capaz de reconocer el amor por mí misma...
Te haré todas las promesas que quiera hacerte. Te daré todos los besos que quiera darte, sin importar quién esté mirando o qué día sea.
Pues al fin y al cabo, lo que somos es personas. Personas que pueden decidir. Personas que pueden amarse u odiarse, dependiendo del momento. Personas que son capaces de todo. Y, si no quiero ceder a los impuestos sociales, no es porque te quiera menos o porque no quiera que el resto de mi mundo te conozca. Es porque tengo miedo. Miedo a todas esas promesas implícitas. Miedo a lo que pueda venir después.

viernes, 27 de marzo de 2015

Algunos lo llaman amor.

Es muy fácil escribir cuando estás triste. Las palabras fluyen de repente. Es como en esa película: tú tan solo te dedicas a escribir lo que te llega del universo.
En cambio, cuando todo va bien, cuando la tormenta pasa, escribir es muy difícil... No tienes tiempo, no tienes ganas, no tienes ideas. En definitiva: no es fácil escribir sobre las cosas que nos hacen felices, pero de todos modos hay que intentarlo.

¿Sabes ese momento en el que absolutamente todo lo ves de color rosa y piensas que las cosas no podrían irte mejor en la vida? Acabo de pasar por uno de esos gloriosos y extraordinarios momentos. Todo era rosa, bonito, feliz. Vivía en una nube. Que digo una nube, vivía mucho más allá de las nubes, en las estrellas, en el firmamento.
Por desgracia olvidé una cosa muy simple: todo lo que sube, termina bajando.
Da igual cuan alto estés, la vida es una jodida montaña rusa y te llevará despacio hasta la cumbre para luego dejarte caer a una velocidad de vértigo.
Quiero forzarme a pensar en positivo, me niego a recaer. Y, siguiendo con mi jodida montaña rusa, por experiencia he podido probar que todas las montañas rusas empiezan y acaban en el mismo sitio. Por tanto, alguna vez tendré que volver a subir, ¿no?
Ojalá pudiese subir ahora, escalar poco a poco, traspasar las nubes y tocar las estrellas con la palma de las manos. Volver a sentir esa energía electrizante que recorrió todo mi cuerpo durante un corto periodo de tiempo. Porque sí, fue corto, pero fue una sensación increíble, una sensación que me hizo realmente creer que podría "ser infinita". Fue una vuelta atrás, pero con más fuerza que nunca.
Ahora solo me queda esperar a que vuelva esa sensación, a volver a tocar las estrellas, a volver a sentirme infinita entre ellas.


Si la vida fuese fácil, saldríamos vivos de ella.

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